domingo, 18 de enero de 2009

Ya no puedo salir.

Hay un hombre junto a la puerta

con un impermeable

fumando un cigarrillo.

Pero

Lo he anotado en mi diario

y las direcciones están todas en una columna

sobre la cama, ensangrentadas por la luz

del letrero del bar vecino.

Él sabe que si muero

(o incluso si desaparezco)

aparece el diario y todo el mundo se entera

que la CIA está en Virginia.

Quinientas etiquetas compradas en

quinientos mostradores de tiendas, todas distintas,

y quinientos cuadernos

con quinientas páginas en cada uno.

Estoy preparado

Puedo verle desde aquí.

Su cigarrillo brilla

por encima del cuello de la gabardina

y por alguna parte hay un hombre en un metro

sentado debajo de un anuncio y pensando en mi nombre.

Los hombres me han sentenciado en cuartos traseros.

Si suena el teléfono sólo hay aliento de muerte.

En el bar, al otro lado de la calle, un revólver

ha cambiado de dueño en el lavabo.

Cada bala lleva mi nombre.

Mi nombre está escrito en viejos ficheros

y buscado en las listas del depósito de cadáveres.

Mi madre ha sido investigada;

Gracias a Dios que ha muerto.

Tienen muestras de escritura

y examinan las vueltas de las pes

y las cruces de las tes.

Mi hermano está con ellos, ¿saben?

Su esposa es rusa y él

no deja de pedirme que rellene formularios.

Lo tengo en mi diario.

Escuchen...

escuchen

escuchen por favor;

deben escucharme.

Bajo la lluvia, en la parada del autobús,

negros cuervos con negros paraguas

simulan mirar sus relojes, pero

no está lloviendo. Sus ojos son dólares de plata.

Algunos son eruditos a sueldo del FBI,

la mayoría extranjeros que invaden

nuestras calles. Les engañé

salté del autobús entre la Veinticinco y Lexington

donde un taxista me miró por encima de su periódico.

En la habitación que hay sobre la mía, una vieja

ha montado una succión eléctrica en su suelo.

se lleva rayos de mi instalación eléctrica

y ahora escribo a oscuras

al resplandor del letrero del bar.

Les digo que lo .

Me mandarán un perro con manchas pardas

y una radio de telaraña en el hocico.

Lo ahogué en la fregadera y lo escribí

En la carpeta GAMMA.

Ya he dejado de mirar el buzón

Las felicitaciones son cartas-bomba.

Aléjate! ¡Maldito seas!

¡Aléjate! ¡Ya conozco a los altos!

¡Les digo que conozco a gente muy alta!)

El pequeño restaurante equipado con suelos parlantes

y la camarera dijo que era sal, pero yo conozco el arsénico

cuando me lo ponen delante. Y el gusto amarillo de la mostaza

para encubrir el amargo olor de las almendras.

He visto extrañas luces en el cielo.

Anoche, un hombre oscuro, sin rostro, se arrastró trece kilómetros

de recorrido de cloacas para salir en mi retrete, esperando

oír llamadas telefónicas a través de la endeble madera

con orejas de cromo.

Se lo digo, hombre, oigo.

Vi las huellas embarradas de sus manos

sobre la porcelana.

Ya no contesto al teléfono,

¿saben?

Se proponen inundar la tierra con mierda.

Se proponen penetrar a la fuerza.

Tienen médicos que

abogan por extrañas posturas sexuales.

Fabrican laxantes con droga

y supositorios que queman.

Saben cómo apagar el sol

con explosivos.

Yo me envuelvo en hielo... ¿saben?

Evita sus infralcances.

Conozco encantamientos y llevo amuletos.

Podéis creer que me teméis, pero podría destruiros

ahora, en cualquier momento.

En cualquier momento.

En cualquier momento.

¿Quieres un café, mi amor?

¿Les dije que ya no puedo salir?

Hay un hombre junto a la puerta

con un impermeable.

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